Allí fuí invitada como integrante del Grupo Literario 5alas5, de San Carlos de Bariloche.
MÚSICA VIVA
Vibra el cultrúm
sobre el corazón del valle
implora
por agua y semilla.
Se sostiene la mano
en melodía uniforme
y el eco devuelve
su incólume fe.
Rogativa ancestral
que los dioses no olvidaron.
i.o./r.p.i.753086/09
LA CARTA
Al cruzar el patio de la pensión encontró a la dueña, que le traía la bandeja con su cena. Había un sobre junto al plato.
─Anselmo, te trajeron una carta –dijo Ofelia, con intriga poco disimulada.
─Gracias, señora…
Anselmo entró en su habitación, dejó la bandeja en la mesa y rápidamente abrió el sobre. Sólo había una foto. Era de su casa, donde viven sus padres; la casa del campo que había sido de sus abuelos paternos, la que él dejó para irse a la ciudad. Se quedó pensativo. Al preguntarse quién se la habría enviado se dio cuenta que no tenía matasellos, ni remitente. Simplemente estaba su nombre en el frente.
Se sorprendió.
En esa imagen estaban sus abuelos, hoy muertos, y junto a ellos dos niños parados en la escalera de entrada a la vieja casona. Ahí reaccionó que la foto era antigua.
─¿Qué es esto, qué significa? ─dijo en voz alta, sin darse cuenta.
Salió de la pieza y buscó a doña Ofelia. Ella estaba en la cocina y cuando vio a Anselmo con cara de extrañado, disimulando la curiosidad por la pregunta, le dijo: ─una señora la trajo, la dejó sin ningún mensaje.
Callado, volvió a la habitación y siguió observando aquella imagen. No se reconoció en ninguno de los niños. Repasó mentalmente su infancia y no logró identificar ese momento. Nunca había visto una máquina de sacar fotos en su casa.
Resolvió viajar al campo en el próximo fin de semana. Necesitaba aclarar la razón de la llegada de ese sobre.
Sus padres no lo esperaban. Se sorprendieron al verlo.
Aunque estaba inquieto contuvo su ansiedad hasta después del almuerzo, para aclarar el enigma. Mientras su madre servía el café Anselmo sacó de su bolsillo el sobre, y puso la foto frente a su padre.
─Decime papá, ¿quiénes son estos chicos?
Su madre quedó petrificada y su padre, con el rostro endurecido y la mirada fija en su hijo, preguntó: ─¿De dónde sacaste eso? ─Lo hizo con voz angustiada pero firme.
─De ninguna parte, papá. Pasó una mujer por la pensión y la dejó. Yo estaba en el trabajo, no la vi. ¿Quiénes son los chicos que están con los abuelos?, yo no soy ése.
Anselmo, intrigado, comenzó a sentir un desconcierto en el ambiente.
─Son tus primos –respondió su madre, mirando de soslayo.
─Mamá, mis primos vivían muy lejos cuando yo era chico, ellos no venían. Decime quiénes son. Además, nosotros nunca tuvimos máquina para sacar fotos.
─Vení, sentate aquí a mi lado –el padre lo abrazó y trató de calmarlo. ─Yo te contaré.
Anselmo se sentía invadido por una sensación que no podía explicar.
─Antes de que vos nacieras tuvimos mellizos, varón y nena. Pero desgraciadamente una enfermedad en los pulmones se los llevó. Fue terrible la epidemia de ese año y por eso los cuerpos se cremaban. Con tu llegada hemos tratado de olvidar ese dolor, hijo.
─Y entonces ¿quién es la mujer que dejó la foto, papá?
─No lo sé, no lo sé ─repetía el padre, mientras le acariciaba el pelo y su mirada se hundía en la de su hijo.
La madre ya no ocultaba las lágrimas. Su cabeza atormentada no podía borrar el momento en que los mellizos fueron entregados en adopción, a cambio de casamiento con el que sería el padre de Anselmo, para cubrir la humillación de madre soltera.
Del libro inédito: "Cuando nos quedamos solos". r.p.i.nº 753086/09