LA MUJER
QUE
FUE MUCHAS
El Juez la hizo sentar
en el banquillo de los acusados, y comenzó a interrogarla, solicitó nombre, edad
y ocupación.
Por vieja, la imputada ya ha olvidado cómo se llama y los
años que tiene. Sonriendo sarcástica, solo respondió: ─Soy la mujer que fue y seguirá
siendo muchas, me llamo Multiprocesadora. Me han requerido en todos los continentes,
y aún me siguen solicitando.
La
Humanidad, que asistía al enjuiciamiento, se levantó
enardecida, y pidió la pena de
muerte, al grito de: “Miente, miente. Esa ramera nos ha arruinado, señor Juez,
termine con ella. ¿No ve a Pakistán, Colombia, Israel, Chechenia, millones de
seres… que lloran a sus víctimas?”.
En distintos países, por su accionar ilícito, sus inocentes víctimas
hoy llevan una pierna ortopédica, una mano mecánica, un ojo de vidrio, un
audífono en su oído, u otros daños corporales y psíquicos.
El abogado defensor sostenía que su defendida no era
culpable de su manipulación. Fundamentó que era la real víctima, y presentó sus
argumentos:
“En
la condición de mujer, dotada para dar vida, no puede pertenecer a su
naturaleza ser autora de la muerte. Para comprender y juzgar su comportamiento,
propio de la insanía que padece, solicito al señor Juez, rever la inculpación previo
juzgamiento de los siguientes responsables, que llevaron a mi defendida a ser
la víctima de toda acusación: traficantes de armas y sus negocios, gobernantes
armamentistas, inventores del poder económico y sus adeptos, y por último,
creadores de diferentes cuerpos armados y sus socios”.
El Juez concedió la palabra al Fiscal hacer
comparecer a sus testigos, presuntas víctimas del mal desempeño de la acusada.
Estos eran los personajes más significativos de todos los continentes, en cada
una de las denuncias. La justificación de los perjuicios ocasionados a sus testigos,
era suficiente para rebatir absolutamente los argumentos al abogado defensor.
Se ordenó luego un cuarto intermedio. El
público quedó en silencio y salió de la sala llevándose un sabor a duda y
desconcierto.
Se abre la sesión con cuatro nuevos lugares
ocupados en la primera fila a un costado de la sala.
A su tiempo, fue escuchado el fundamento de
cada uno de estos nuevos integrantes:
─Fabrico
armas, como elemento de seguridad de las naciones. Su uso se hace necesario a
fin de conservar la paz entre las naciones, y dentro de las mismas.
No son
necesarias, −pensaba el Juez. La ley
y
la justicia defienden a los países y su
interior.
─Un
gobierno sin armamento, es víctima de las ambiciones extranjeras. Por eso
debemos vendérselas a quienes no las tienen.
Sin armas, también hay poder, −cavilaba el
Juez. La
educación y el cumplimiento de
las leyes hacen fuerte a los pueblos.
─Solo
el poderío económico permite crecer. Es la única forma de mantener la paz.
Con valores morales se crece más que con
valores
monetarios, −rumiaba el Juez. La
justicia mundial deberá hacer lo suyo.
─Los
cuerpos armados son los únicos en garantizar los límites.
“¿Civilización o barbarie?”, −meditaba
el
Juez.
Y dictó sentencia.
La apelación llegó al Tribunal Supremo, quien convalidó
la sentencia judicial. El día de la lectura del fallo, la Humanidad aguardaba ávida.
“LA
GUERRA, acusada en este juicio, deberá permanecer en un
psiquiátrico, donde pasará el resto de sus días y la Humanidad deberá custodiar
su inviolable salida del instituto”.
Los cuatro testigos presentados por el Fiscal, luego
de una severa investigación quedaron detenidos, para ser juzgados, por falso
testimonio, asociación ilícita, estafas y crímenes sobre la Humanidad.
La ratificación de innumerables denuncias y contundentes
pruebas lograron la sentencia condenatoria, y el procesamiento por enriquecimiento
ilícito, encubrimiento y falta a sus deberes de funcionario público del Fiscal,
para su destitución.
Del libro inédito: El camino de Libra
r.p.i. 5112159/13