Se encontraban en exposición diferentes trabajos de artesanos en madera, cerámica, accesorios en joyería y vitreaux. Se podía degustar platos de comida vegana y elegir ropa de diseño. Por último se pudo disfrutar de danzas celtas.
DE REYES Y REINAS
Ella era una retirada del mundo, lo que le dicen una jubilada. Vivía
tranquila, dedicada a escribir aquello que el alma le sugería.
El Solitario en la notebook la entretenía, con las
propuestas de reyes y reinas que se oponían a su juego, cuando sonó el teléfono
que la distrajo de la contienda cibernética.
La voz no le resultó conocida, pero
sin tiempo a reflexionar, del otro lado el hombre se daba a conocer, para no aletargar la sorpresa.
─Te busqué en el facebook pero no te encontré, -le dijo, ─entonces un amigo más
práctico que yo en cuestiones de internet
te encontró en google, ─terminó
diciendo.
Matilde prestaba atención.
─Arriesgando marqué tu número, que he
conservado por todos estos años. Si me atendía un hombre, colgaba, ─siguió el
monólogo de la voz que hacía veinte años ella no escuchaba.
─Quiero saber cómo estás, qué es de
tu vida.
Y así se inició un diálogo de los que generan los años de olvido. Nada
transcendente. Situación personal de cada uno, contar que cada uno sigue
viviendo en el mismo lugar, en el mismo barrio, con una separación de cuatro
cuadras entre ellos, igual que antes, destacando que ahora con los vidrios
polarizados ya no hay posibilidades de ver quiénes van dentro de los autos para
saludar.
─Yo quedé viudo hace diez meses, ─dijo
sin previo aviso, Juan José.
─Lo siento mucho, ─después de un
silencio inesperado pudo expresar Matilde.
Las expectativas empezaron a
mostrarse sutilmente, aunque la conversación siguió convencional y con un dejo
de cuidado.
Y con un cordial: ─me alegró saber de
vos, ─la llamada finalizó sin promesas ni compromisos.
Al día siguiente Juan José volvió a
marcar el mismo número. ─¿Qué te parece si cenamos esta noche?, creo que
tendremos muchas cosas para contarnos.
A las nueve de la noche iban camino
al bonito restaurante italiano. Matilde sentía que se había generado un
acercamiento casi adolescente. Ambos estaban entusiasmados confesándose,
imperceptiblemente.
─¡Qué hermoso es saber que alguien te
piensa! ─dijo Juan José aludiendo a lo rápido de los acontecimientos.
Ella se sintió aquella a quien
alguien le traía el zapatito de cristal para probárselo.
─Me sorprende escucharte eso, porque
es una de las frases más hermosas que he descubierto, ─y repitió enfatizando la
última palabra: ─saber que alguien te piensa…
Durante la cena, Juan José era el Rey
Mago que sorprendía a la agasajada, trayendo recuerdos que Matilde ya no
guardaba. Se habían conocido en el consultorio de Juan José, donde ella había
acudido en varias oportunidades. Habían sido momentos de muchas confesiones y
secretos profesionales que la paciente no había querido retener.
─¿Te acordás cuando te invité a volar
en planeador?
Matilde se ruborizó. Realmente no
estaba en su memoria. Para salir de la situación aludió que en ese momento ella
había aceptado porque era una mujer libre, pero él era un hombre casado, por lo
que para ella todo había quedado en el olvido.
─Acordate que yo estaba muy enojado
con mi esposa, ese fin de semana, por eso te invité. Pero ahora quiero
mostrarte algo. ─Juan José extrajo de un bolsillo de su abrigo un pequeño papel,
amarillento por el tiempo.
Matilde quedó atónita. Era aquella
sugerencia escrita que había dado una vez en una de sus visitas de consulta
médica, sobre un restaurante en Chile. Ese papel con su letra manuscrita en
lápiz, estaba allí.
─Lo guardé en la contratapa de mi
agenda, todos estos años, ─confesó Juan José. ─No puedo decirte por qué, ni
para qué, es cierto que yo era un hombre casado, pero nunca pude desprenderme
de esto, y aquí está, en este momento vuelve a ver la luz después de tantos
años.
Matilde permanecía callada. Las manos
empezaron a transpirarle, la comida se enfriaba. Las ideas bullían.
El hombre frente a ella espera,
observaba en silencio. Y ella sentía el vínculo casi perverso del rey y la
esclava subyugada. En aquellos años había luchado por no enredarse con un
hombre comprometido, y ahora estaba con esta aparición ¿infernal o angelical?
Terminada la cena, Juan José propuso
un café en casa de Matilde. El juego continuaba. La noche avanzó y las confesiones
por momentos aparentaban que ya no tenían mucho asidero, aunque parecía que
ambos se estaban dando la oportunidad de saber más uno del otro. La madrugada
los separó nuevamente sin pacto alguno.
Varias semanas fueron en las que el
abismo del vacío impregnó los días de Matilde. Juan José estaría distrayéndose
en el club de golf, como había dejado expresado que hacía, indefectiblemente,
todos los días.
Qué lindo es que alguien te piense… ─recordaba
Matilde.
Se filtraron brevedades de ausencia y
silencio y ella resolvió llamarlo. Ahora ella propuso cenar, diciéndole que
cocinaría comida irlandesa.
Esta vez la noche acortó los tiempos
y en sólo un par de horas se cumplió el espacio a compartir. ─Mañana tengo
obligaciones, ─se excusó el hombre que había sacado a Matilde del letargo. Y
agregó que: ─estoy haciendo terapia para quitar de mi entorno la gente que no
me hace bien…
Matilde nuevamente está compitiendo
con su Solitario en la notebook, pero ahora diciéndose: ─qué
lindo es que alguien te piense…
Del libro inédito:
EL CAMINO DE LIBRA
Nos vemos en el próximo 2016.
Que tengan todos una LINDA NAVIDAD
Y QUE EL 2016 LES CONCRETE SUS DESEOS MAS PRECIADOS.
2 comentarios:
Claro q nos veremos el próximo 2016! Tal vez antes. Te llamo
___Un saludo para tí querida Norma Dus. Felicidades !!!
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