miércoles, 22 de agosto de 2018

MI HIJO

MI HIJO

Yo estaba allí. Oía que a menudo lloraba. Pienso que se creía sola, que tenía miedo.
A su alrededor, siempre había otras personas; entonces permanecía callada.
Ella dormía con un hombre.
Ella desconocía que yo existía. Una tarde, expresó que se sentía descompuesta. Las otras mujeres le dijeron: “Seguro que estás embarazada”. Fue a un doctor, y se lo confirmó. No logré enterarme si se había puesto contenta o nerviosa. Me parecía asustada porque temblaba.

Y yo seguía ahí, con seguridad, con sensación de cobijo.

Llegó el día en que tuve que atravesar un túnel estrecho y algo dificultoso. Me era ajustado, y de repente, todo cambió: me hallé en un lugar tan blanco como frío. Alguien exclamó: “Bienvenido al mundo”. Luego escuché que le informaron: “Señora hay una pequeña complicación…” pero no entendí lo que siguió. Un llanto muy fuerte me hizo doler los oídos. Yo también berreaba pero al instante me percaté del cuerpo tibio donde me apoyaron. La voz que me habló era la que lloraba y que yo conocía.
 Ella me abrazó. Noté su cara mojada. Juntos nos tranquilizamos. Nuestra respiración se fue sosegando.

Ella siguió triste por un tiempo.

Yo no lograba armar palabras, pero una mañana descubrí que podía copiar algunas eufonías que me eran dulces. Comentaban que eso era cantar. Con el tiempo, entoné melodías que inventaba. “Es un milagro de Dios”, le señalaron. Yo buscaba su mirada para empezar con mis notas. Ella comenzó a sonreír.

Ella me repetía con insistencia una palabra que yo no lograba articular. Decir “mamá” era muy difícil. Mis oídos la distinguían, pero mi lengua balbuceaba un leve sonido. Ella prolongó su risa con más frecuencia, con mayor intensidad.

Pero cuando exclamó “¡Mi hijo!”, en mí, brotó una nueva armonía para ella. Y mi mamá comprendió, definitivamente, que la amo. Siempre vibrará una música tierna para ella cada vez que repita “Mi hijo”, aunque yo no entienda qué es mi Síndrome de Down.

No hay comentarios: