1914/1939/2018 - TIERRA
FIRME
El mar de Marmara, el océano Pacífico, el Golfo San Matías,
el Adriático, cada uno nos daba su beneficio. Aun el mar Muerto y el Rojo.
A grandes, a chicos, a trasatlánticos como a gondoleros, a
chalupas o a canoeros, todos disfrutábamos de las profundidades, extraíamos la
riqueza, el placer, y el alimento. Cuando queríamos enseres, sus costas nos
brindaban lo necesitado, maderas, vegetales, playas. Los témpanos calmaban
nuestra sed. Y hasta el Dresden y el Graff Spee tuvieron sus aguas. Los U-Bootes jugaron a esconder sus sombras.
Mundo de agua y sueños. Amalgama de belleza y realidad.
Estrellas y olas hamacaban nuestras vidas. El sol siempre marcando nuestros
derroteros.
Ayer, se me estrelló la armonía, la fuerza bruta todo lo
sacudió. Las aguas han batido el fango desconocido y la marejada nos quebró la
distancia. La visión se nos borró en cristales líquidos, lacerantes. Todo fue
golpeado, vapuleado, desgarrando seguridades, zamarreándonos sin dirección.
Brazos, materia, cuerpos, embarcaciones, masa informe de confusión y atropello.
Y hoy, el calor del sol magullando mi carne, me despertó
depositado en Gallípoli. La imagen fue confusa. En el horizonte calmo ya, el
gran crucero miraba erguido. De sus laterales colgaban chinchorros, brazos oscuros
que se alzaban suplicantes, resto de maderos lo golpeaban a babor y estribor.
Alguien daba las órdenes y el agua hacía arder las entrañas sangrantes.
Todo había trasmutado. Sólo había sobrevivido el fuerte, el
poderoso, y recogía al náufrago. Para su
servicio…, pude pensar. Era necesario reparar los daños. Sus pasajeros
estaban aterrados. No saben pescar y
tienen frío, los sobrevivientes ayudarán con su valor, de experiencia y dolor…,
vuelvo a pensar.
Y yo, inmóvil, seguía mirando la imagen flagrante. Estaba
apaleado, azotado, herido. Me sentía desmaterializado, sin pertenencia y
aislado, pero libre. Esta tierra firme me
sostendrá…, imaginé.
¡¡¡Qué límite son los tsunamis…!!!
Y ahora le temo a esta tercera calma chicha…
r.p.i.
4650013/17 Del libro inédito: EL CAMINO
DE LIBRA
PAMPA
Parte vertical un relámpago
el lomo del horizonte
eriza el aguacero
la piel de la laguna
y una gratitud sedienta
se levanta
de la herida reseca de la tierra.
Todo es tan fugaz
que no logra el campesino
aprehenderle la esperanza
a su apero.
Agria frustración
de la cosecha que se lleva la tormenta.
Del libro inédito: EL RAYO
HAYA PAZ Y JUSTICIA
En la mexicana colonia de Polanco, la
vida transcurría apacible, bucólica. Solo en sotovoce el señor Bouvet trataba de calmar los ánimos de Francisco
y de Estela Daniela.
Francisco, hijo del dueño del molino
harinero de la localidad, amaba a la hija del ferroviario, Jefe de la Estación.
La relación era severamente denegada por el molinero, ya que sentía su orgullo
ofendido por las pocas pretensiones de su hijo, educado en colegios privados de
México, y preparado para otro nivel social.
Pero Francisco, sin hacer caso a la
negativa de su padre, habló nuevamente con el señor Bouvet, solicitándole que
reitere su intervención, para lograr el consentimiento paterno de boda con
Estela Daniela.
El Sr. Juez de Paz debería tener la
influencia necesaria, dada la confianza y amistad que mantenía con el padre de
Francisco.
Transcurrido un año de ese amor
disimulado socialmente y oculto a los ojos familiares, el señor Bouvet no había
logrado la aceptación pretendida, que tanto anhelaba la pareja.
Francisco resolvió cambiar la
estrategia, y “robaría” a su novia, se la llevaría a otro pueblo, para empezar
la vida deseada. Tal vez se casarían o tal vez no, lo importante era vivir con
Estela Daniela. El Juez de Paz continuaría teniéndolos informados de los
acontecimientos, en apoyo a la rebelde pareja.
Entrada la noche el 22 de agosto,
Francisco escondió a su novia en el altillo en desuso del molino harinero, y
esperando el amanecer, ambos huyeron en el autobus por el Camino Real hacia
Anzures. Allí los esperaba un matrimonio conocido del señor Bouvet, que
acogería en su casa a la pareja desertora.
Mientras tanto, el Juez de Paz seguía
con su misión, lograr la aceptación paterna, cuestión sumamente difícil y
problemática.
Cinco años habían transcurrido; dos
familias encontradas, hijos distanciados, un servidor público controvertido y
tres niñitas nacidas en la clandestinidad social, sin abuelos ni tíos
conocidos. Pero el tiempo había doblegado los dolores y había logrado las
condiciones conciliatorias. El molinero aceptaría el regreso de la feliz
pareja, siempre que volvieran casados por civil y por iglesia, y las hijas
bautizadas. Y hacia la Colonia Anzures partió
el Sr. Bouvet, llevando los libros pertinentes y hablando, a su llegada, con el
Párroco del lugar para las consagraciones religiosas requeridas, como perdón de
las desventuras.
Todo fue rápido, sencillo e íntimo.
Se buscaron los testigos y padrinos, y así se cumpliría con las pretensiones
paternas. Al cabo de dos días, se concretaba el regreso y el ansiado reencuentro.
Abuelos que conocieron a sus nietitas, hermanos que se volvieron a abrazar, y
cuantas bendiciones familiares se pudieron dar, para que todo estuviera en
regla y la nueva vida ofreciera alivios y seguridades.
El Juez de Paz creyó volver a sus
labores cotidianas en la consolidación de buena convivencia pública, pero la
sorpresa le quebró la respiración.
Al tercer día del regreso, la
imprenta del Boletín Parroquial de Colonia Polanco recibía una nota manuscrita.
El señor Bouvet detallaba el por qué se ahorcaba desde el techo de su despacho:
“Al llegar y
entrar en mi casa, encontré en mi dormitorio a mi esposa con el Padre Adolfo, Pastor
de nuestra comunidad, en situación demasiado comprometida, ambos sobre la cama”.
“Haya paz y justicia”.
Juan Diego Bouvet
Juez de Paz – Polanco
México
Del libro inédito: EL CAMINO DE LIBRA
SI TENGO PAZ
Dejo al viento
traslucir la ternura
cuando
acariciando despeino al niño
logro que el miedo
doblegue su lomo a la corriente
y así
libero fantasmas.
Del libro inédito: EL RAYO
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