miércoles, 21 de noviembre de 2012

PARA COMPARTIR


MI HIJO

Yo estaba allí. Escuchaba que a menudo lloraba. Pienso que se creía sola, que tenía miedo.
A su alrededor, siempre había otras personas; entonces permanecía callada.
Ella dormía con un hombre.
Ella desconocía que yo existía. Una tarde, expresó que se sentía descompuesta. Las otras mujeres le dijeron: “Seguro que estás embarazada”. Fue a un doctor, y se lo confirmó. No logré enterarme si se había puesto contenta o nerviosa. Me parecía asustada porque temblaba.

Y yo seguía allí, con seguridad, con sensación de cobijo.

Llegó el día en que tuve que atravesar un túnel estrecho y algo dificultoso. Me era ajustado, y de repente, todo cambió: me hallé en un lugar tan blanco como frío. Alguien exclamó: “Bienvenido al mundo”. Luego oí que le informaron: “Señora hay una pequeña complicación: Síndrome de Down”. Un llanto muy fuerte me hizo doler los oídos. Yo también berreaba pero al instante me percaté del cuerpo tibio donde me apoyaron. La voz que me habló era la que lloraba y que yo conocía.
 Ella me abrazó y noté su cara mojada. Juntos nos tranquilizamos. Nuestra respiración se fue sosegando.

Ella siguió triste por un tiempo.

Yo no lograba armar palabras, pero una mañana descubrí que podía copiar algunos sonidos que me eran dulces. Comentaban que eso era cantar. Con el tiempo, entoné melodías que inventaba. “Es un milagro de Dios”, le señalaron. Yo buscaba su mirada para empezar con mis notas. Ella comenzó a sonreír.

Ella me repetía con insistencia una palabra que yo no lograba articular. Decir “mamá” era muy difícil. Mis oídos la distinguían, pero mi lengua balbuceaba un leve sonido. Pero ella prolongó su risa cada vez con mayor intensidad.

Cuando exclamó “¡Mi hijo!”, en mí, brotó una nueva armonía para ella. Y mi mamá comprendió, definitivamente, el amor que le tengo. Siempre entonaré una música tierna para ella, al escuchar: “Mi hijo”.
o.i.R.P.I.753086/11

FANTASÍA

En aromas de tus orillas
con recónditas raíces
hay lunas menguadas.

Espero
que el augurio de tu regreso
traiga la savia de mis venas.

Mientras
vivo en la luz que suaviza
la piel partida de la noche.
                                      
                                                                    Del libro inédito: EL RAYO


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