jueves, 20 de junio de 2019

DE POEMAS Y ALGO MÁS..



PEREGRINO

En rojas lunas
amanecidas de ceibal
urde el peregrino
la oración entre sus dedos.

Va su imagen
por las rutas del perdón
en la siesta
mecida entre el sauzal.

EL MINERO

En el túnel liso y callado
tu mente doblega heridas.
Conjunción de silencios y figuras
eres artífice en el trajín
de ordenar dulzuras y amargores,
donde le rescatas el diamante
                                                             al puño del carbón.
                           
                                              Del libro inédito: EL RAYO


LA QUE LE ES FIEL A DIOS

Siempre me ha gustado viajar. Para conocer personajes admirables de aquellos lugares visitados. Y he tenido la coincidencia de encontrarme, tal vez casualmente, pero al final buscándolos, con los que me he propuesto. En este caso, con las Juanas del mundo.
Espiando viejas librerías de esta ciudad sorprendente como es Buenos Aires, me encontré con vos, mi primera Juana. Y creo que allí comencé mi deambular con y por las Juanas. Sí, “Juanamanuela mucha mujer”, a la que el hombre ausente te abría los caminos de tus letras, entre Buenos Aires y La Paz.

¡Admirable! ¿Y por qué yo, Juana… también?

Me llevaste por tus caminos y aterricé en Montevideo, donde descubrí a la Ibarbourou, enamorada de la tierra, la naturaleza, enamorada del amor entregado en sus versos…

¡Qué maravilla…! ¿Y por qué yo, Juana… también?

Ya con ese encanto de la poesía continué mi derrotero de encuentros…
Sólo  pudo ser de dios azteca que nos diera a “La Décima Musa”, cordillerana y mexicana, Sor Juana Inés… Piadosa y bella es tu poesía, mujer angelical. Tan contrapuesta a tu tocaya, que con sus treinta fusileros galopó el Alto Perú, Juana Azurduy, a quien Bolivia aguardó por su libertad.
Y mi inquietud y entusiasmo me llevaron a través de los mares. Sabía de aquel bastardo archiduque, que en conveniencias de infidelidades y poderes, te amarró a la locura, Juana. Por eso te busqué en el Reino de Castilla…
Pero las historias no terminarían aquí. Porque en tierra de hombres hubieron otras Juanas. Así arribé a Orléans, donde daría su nombre a la gloria, la doncella Juana de Arco.

¡Valerosa…! ¿Y por qué yo, Juana… también?

Como Juana de Austria, que supo entregar su labor para las Descalzas Reales y los Sanagustinos, mereciendo su descanso final, con gratitud, en El Escorial.
La excitación creciente me impulsó a seguir la investigación, mi búsqueda en tierras europeas. Y llegada a Portugal, también hallé a Juana, “La Beltraneja”, con sus anales de reinos y destierros.
Pero en mi paso por París, no podía dejar sin indagarte, Juana de Albret, con tu linaje nobiliario y casa real. El señorío marcó tu vida, allá por el 1500.
Y nuevamente los mares me trasladaron.
Primero a Inglaterra, porque cuando la traición hace rodar cabezas, no hay que sorprenderse de tus escasos nueve días de reinado, Juana Grey. Reina de facto, también por aquel 1553.
Como tampoco olvidar a Juana Seymour.
Mujeres que han dado su vida, soportando humillaciones, vejaciones, arreglos clandestinos. Jamás debió haberse sabido que habías parido al hijo del rey amado, habiéndolo disfrutado solo doce días. El Castillo de Windsor conservó tu secreto mejor guardado.
Resuelta me fui a otros dominios, y allá te encontré: Juan VIII,  Papa. Mujer mito, amor benedictino. Atenas te cobijó y cuando la soledad llegó a tus brazos, Sacerdote, Cardenal y Papa fueron tu mejor escondrijo, Juana Papisa.

Cuando aquel mundo de Juanas me trajo de vuelta, en el silencio de mi habitación, me pregunté otra vez: ¿Por qué yo, Juana…, también?... Entonces,  en el diccionario leí: “Juana, nombre que significa: Llena de gracia”. ¿Y qué tiene que ver conmigo?... Yo, mujer agnóstica, temerosa y simplona. No se me aclaró nada.
No me conformé.
Seguí averiguando, y ese día mi padre, que es judío ortodoxo, rabino y catedrático en historia universal, me contestó: “Juana, nombre hebreo que significa la que le es fiel a Dios”,  y agregó: “Habrás visto, ya, que la historia lo confirma… Han sido nuestra admiración, por eso, con tu madre te dimos ese nombre”.

                                    Del libro inédito: EL CAMINO DE LIBRA

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